Esopo anda detrás de fábulas que todos integramos en nuestra conciencia y nuestra ética (cito unas pocas: La liebre y la tortuga, La cigarra y la hormiga, El lobo y el cordero, etc.). Otros autores las remozaron, y sus versiones nos retumban aun en los oídos, inoculadas en la escuela o en veladas familiares de la infancia (Samaniego, La Fontaine, los hermanos Grimm, etc.), aportando las de su propia cosecha para nutrir un acerbo popular extenso y aclaratorio de la moral y las costumbres de la Sociedad en cuyo seno perviven y se van transmitiendo, generación tras generación.
Soy un nostálgico.
Quizá no de los que puedas pensar que soy -que mi nostalgia va más allá-, un nostálgico de épocas no vividas, un nostálgico de la imagen que me he hecho de los tiempos pretéritos de mis ancestros.
Hoy me remonto a veintiún siglos atrás, y os traigo una de Viriato, hablando a los suyos de una Iberia enfrentada a una Hispania, que le recordaba a esta fábula de Esopo:
‘Hace muchos años, un hombre de mediana edad tenía dos esposas; una de ellas joven, la otra, vieja. Las dos lo querían mucho y cada una de ellas deseaba que el hombre fuera como ellas. Pero el cabello del hombre empezaba a encanecer, lo cual no gustaba a la joven, porque lo hacía demasiado viejo para ella. Todas las noches solía peinarlo y aprovechaba para arrancarle todos los cabellos blancos que veía. Por su parte, la vieja veía complacida cómo el cabello de su marido iba encaneciendo, pues no le gustaba que la tomasen por su madre. Todas las noches, con la excusa de arreglarle el pelo, le arrancaba cuanto cabello negro veía. La consecuencia de todo esto fue que en poco tiempo este hombre quedó con la cabeza sin un solo pelo’.
Viendo a tan pocos meter tanto ruido, intuyendo que la mayoría -la inmensa mayoría- trata de avanzar con gran esfuerzo, callado, discreto y verdadero, estoy convencido de que esa mayoría (silenciosa, constructiva) agredida por aquella minoría (escandalosa, destructiva), es muy consciente de que comparte con todos casi todo y le separa de todos casi nada.
Y para adelante. Paciencia y fe.